lunes, 24 de noviembre de 2008

32.- Tailandia, por fin de vacaciones.

Aguien me dijo que una vez le preguntaron: “Are you on hollidays or travelling?”, creáis que no, esta pregunta es muy acertada, pues la cosa tiene su miga. Cuando te cruzas por el camino con alguien y te pregunta si estas de vacaciones resulta algo complicado de responder cuando uno esta viajando de esta manera, pues es difícil tener un sentimiento de vacaciones después de 15 meses de viaje, pero obviamente no estamos trabajando. Perfecta la pregunta!!!, y una vez acotados los términos, ahora puedo decir que por fin ESTAMOS DE HOLLIDAYS DE NUESTRO TRAVELING.




A Tailandia no la hemos tratado con la seriedad que se merece y con la que hemos tratado al resto de los países que hemos visitado. No le hemos dado la oportunidad de que nos despierte un gran interés y, en cierto modo, nuestra estancia aquí se ha limitado a utilizar las cosas prácticas de este país. Nuestra primera visita nos vino muy bien para organizar esta etapa asiática y para contentar al cuñado en sus quince días de vacaciones. La segunda fue como un poco de paso y la usamos como un centro de operaciones para cosas prácticas. Y en esta última visita no teníamos mas interés que el de disfrutar de sus playas en nuestros quince días de vacaciones. Pero todo esto no es poco, no te lo puede ofrecer cualquier país, Tailandia es un país muy completito en el que es muy difícil echar en falta algo.





Así que directos para las islas del Golfo de Tailandia, sitio ideal, a priori con garantías de buen tiempo, y con uno de los mejores sitios de buceo del sureste asiático. Tras una parada en Hat Yai, por la imposibilidad de llegar de tirón desde Malasia, llegamos a Ko Phangan, una isla idónea para nuestro fin. Ko Phangan es famosa por tener la mejor “full moon party” del mundo, según dicen algunos, y atrae a miles de turistas que se congregan en una playa del sureste de la isla para tal evento. Nosotros nos hospedamos en la esquina opuesta como es lógico, en el noroeste, en un bungalow en primera línea de playa con vistas a una islita cercana, un sitio tranquilo, relajado y sin agobios que nos habían recomendado (se agradece ir a tiro fijo). Me imagino que ya sabéis lo que se hace en vacaciones en un sitio como este, mucha playita, algún snorkel, paseos, lectura, algo de deporte, masajes, cervecitas, comidas ricas,… e incluso Ana se animó a echarme alguna partida al ajedrez. En la noche, tumbado en la hamaca de la terraza del bungalow, con una tranquilidad absoluta, tomábamos una copita de ron mientras repasábamos nuestras andanzas por el mundo de este viaje, que gozada! Tampoco podía faltar lo típico en estos casos, alquilar una moto y recorrerte las isla de punta a punta, visitamos la playa de la famosa “full moon party” que confirmó nuestras sabias sospechas y esquivas intenciones de hospedarnos allí. Tengo que decir que allí se celebra de todo, luna llena, media luna, tres cuartos de luna, sin luna, de día, de noche, cualquier excusa es buena para juntar a este tipo de turismo que con drogas, música y alcohol son felices. Gente más a fin a nuestra manera de ver las cosas, nos ha confirmado que es una auténtica basura de fiesta, la música a un volumen descontrolado se pisa entre los distintos locales con una acústica pésima pues el sonido se expande hacia el mar, la iluminación es incomoda ya que te machaca el contraste de los focos de los garitos con la oscuridad del mar, en fin, una fiesta que no tiene sentido a no ser que te gusten las drogas en un país que curiosamente tiene unas leyes muy severas al respecto.








Cambió el tiempo y cambiamos de isla, el tiempo se puso francamente malo y cogimos un barco hacia Ko Tao, nuestro segundo objetivo, a ver si las cosas pintaban mejor por allí, más al norte. Ko Tao es la isla mas visitada de Tailandia con el fin de bucear en sus aguas, hasta el punto que muchos resort no te hospedan si no haces el curso de buceo o buceas con ellos directamente. Como el tiempo que traíamos era francamente malo nos hospedamos en una guesthouse del pueblo por eso de tener más alternativas, llegándonos incluso a agobiar por las malas previsiones del tiempo. Pero todo cambio y a los dos días nos alojamos en un bungalow de una preciosa bahía retirada y tranquila. Como ya era un hecho que nuestro presupuesto era inmejorable, realmente increíble (quien nos lo iba a decir), decidimos no mirar más los precios para quince días que nos quedaban, sin presupuesto, aunque sinceramente no somos de grandes lujos y somos felices disfrutando del día a día con poca cosa. Así que sin miramientos, como estábamos en una zona apartada, alquilamos una moto para todos los días de nuestra estancia en la isla (un lujo de poco más de tres euros al día). Resultó que nuestra bahía tenía un snorkel perfecto de aguas tranquilas y gran variedad de peces, así que ésta era nuestra manera de empezar el día y hacer apetito. Pese a que nuestros sondeos para hacer un buceo nos indicaban que no eran las mejores condiciones para ello, pues el mar tenía oleaje y el agua estaba agitada con escasa visibilidad, para allá que nos fuimos por temor de no aprovechar esta oportunidad. Efectivamente se confirmaron nuestras sospechas, buceamos en una pequeña bahía a escasa profundidad, pues era el único sitio con condiciones para ello, y no nos ofreció nada espectacular, aunque claro, siempre se agradece ver peces y corales nuevos. Días después quedaríamos plenamente satisfechos con nuestra bahía, en la que tuvimos días perfectos de snorkel. Inspeccionamos todos los rincones de isla y disfrutamos mucho de nuestra bahía con una cuchipanda española que hicimos (lo mejor de cada casa), hasta que un día tomamos un ferry y de seguido un autobús que nos llevaría hasta Bangkok para finalizar este viaje con incertidumbre de si podríamos abandonar el país por el revuelo de los aeropuertos debido a la situación política (que nosotros nunca lo hemos sentido por la tranquilidad que mostraban tanto lugareños como turistas ante el tema).






En mis paseos por Kao San Road siempre me ha llamado la atención la extraña manía que tienen algunos turistas de ir descalzos por las calles de una ciudad caótica de seis millones de habitantes. No acabo de entender muy bien el sentido que tiene esto, pero aun así he llegado a clasificarlos en tres tipos de “pies sucios” los que merodean por estas calles. Los “despistados”, los llamo así pues es la manera mas suave que se me ocurre de llamarlos en vez de usar gilipollas. He visto como estos salen del hotel hacia el aborigen de la calle sin mas atuendos que un bañador y algún complemento de lo mas chic, tipo gafas o gorra, sin niquis ni zapatillas!!!! Que pasa?, que al cruzar la recepción del hotel con el aire acondicionado y el fresquito del mármol del suelo no perciben que salen a la calle medio en pelotas y se les olvida algo???!!!!!, pero como son tan listos y precavidos de llevar gafas de sol o gorra y a la par olvidarse toda la ropa en la habitación???!!!! Mas tarde me los he visto tomando cerveza en algún antro de cualquier callejuela y me confirman que definitivamente no son los mas listos, no saben diferenciar la piscina del pub, pero eso si, todo el mundo les ha visto su estupendo torso y su cuerpo tatuado. Luego están los “hippies-nazis”, estos tienen un look muy conseguido de perroflautas donde ponen la guinda yendo descalzos. “Pero no te das cuenta que el suelo esta lleno de botellas y cristales rotos!!!!, mira que por hacer el tonto te vas a cortar y vas a arruinar tus quince días de vacaciones”. Te dan ganas de comprarles unas chanclas que cuestan pocos mas de un euro, pero se te quitan rápidamente cuando les ves pegándose el homenaje en el restaurante para turistas mas de moda, donde todo cuesta el doble. Y por último están los “desechos de la full moon party”, los que vinieron a Tailandia buscando esas míticas fiestas, atraídos por la música y las drogas en otra dimensión, mas profunda y auténtica, un sueño dorado, un paraíso, algo solo apreciado por unos pocos y despreciado o rechazado por la mayoría, por mi mayoría. Y claro, como las drogas son muy malas, se comieron el queso de la trampa y quedaron atrapados en ese falso sueño, estos deambulan por las calles sin rumbo, desorientados y cabizbajos, unas veces lloran y otras sonríen, pobrecitos, como para acordarse encima de llevar zapatillas. En fin, yo para esto debo ser muy de ciudad porque no se ir descalzo ni en la playa, pero bueno, ni tanto ni tan calvo.





Los últimos días en Bangkok los pasamos haciendo un autentico encaje de bolillos calibrando el peso de nuestras mochilas con las compras y regalos, pues ha sido la única oportunidad que hemos tenido de ello en todo el viaje. Compensamos este estrés al que no estábamos acostumbrados con algún que otro masaje y cervecitas. Y como no, el último día lo estoy dedicando a zanjar esta crónica, la de la última etapa pendiente, la que seguramente muchos leeréis cuando ya hayamos aterrizado en Madrid y nos encontremos entre vosotros, después de quince meses, quien lo iba a decir.

31.- Malasia, relax en la isla Palau Perhentian Kecil.

Por exigencias del guión aparecimos por Malasia. Nuestro permiso de estancia en Tailandia caducaba y teníamos que entrar y salir del país para renovarlo. Tiempo atrás le había echado el ojo a unas islas de Malasia, cerca de la frontera con Tailandia, que parecían estar muy bien, así que para allí que fuimos.

Después de hacer noche en el pueblo fronterizo, una serie de combinaciones de autobuses y un bote nos llevaron hasta Kecil, la isla pequeña de las Perherntian. Tenia entendido que a partir de Diciembre era temporada de tifones y la isla podía parar e incluso cerrar su actividad, pero para nada me imagine que a primeros de Noviembre nos encontráramos con una isla en la que solo había dos sitios abiertos a medio gas para alojar a escasos cinco turistas de media que deambulábamos por allí (dos de ellos Ana y yo).

El primer día, aunque el tiempo que nos estaba acompañando no era muy bueno, cruzamos al otro lado de la isla para hacer un snorkel en Coral Bay, ya teníamos muchas ganas. Sabia decisión pues a partir de ese momento el tiempo definitivamente decidió ser inapropiado para la playa, pues no paró de llover. Aunque a priori todo pintaba mal, diariamente no disponíamos de mas dinero que para pagar la habitación y las comidas básicas correspondientes (sin refresquitos o cervecitas, calculamos mal el dinero a la hora de cambiar), el tiempo no nos acompañaba y solo había un garito semiabierto donde meterse, tengo que decir que lo pasamos francamente bien. Estábamos tan a gusto que los últimos días ajustamos tanto el presupuesto hasta el punto de ahorrar para poder permitirnos estar un día mas, pero nuestro gozo en un pozo, pues nos quedábamos solos en la isla y no nos garantizaban que viniera un bote a recoger solo a dos personas.







El chiringuito estaba estupendo, cómodo, acogedor, espacioso, sin más ruido que el de la naturaleza y las olas del mar y con unas vistas estupendas y relajantes a la playa y la montaña. Conectamos con una pareja de locales, nos caímos bien, y disfrutábamos de buena conversación. Leímos y le dedicamos tiempo a la artesanía de los souvenirs. Apareció por la isla el jefe del chiringuito que resultó que tenía dos pasiones; la pesca y el ajedrez, así que al atardecer, cuando regresaba de pescar, ya me estaba buscando con el tablero bajo el brazo. Echamos buenas timbas a las que se animó más gente. Un día misteriosamente desaparecieron unas galletas de chocolate que teníamos en el bungalow como único capricho, más tarde nos explicarían que a los animales de por allí no se les resistía nada; ardillas, lagartos, iguanas de dos metros, pitones, águilas,…Nos dimos muchos baños en la playa cuyo agua parecía Vichy Catalán carbonizada, por lo cristalina y ajetreada debido al tiempo, que divertido! En fin, relax y un tremendo sentimiento placentero que se vio interrumpido por nuestra marcha forzada de la isla. Con una combinación inversa de bote y autobuses retornamos a Tailandia con un muy buen sabor de boca de Malasia, pese haber estado solo en una isla y con bastante mal tiempo.


30.- Thailandia, otra vuelta por aquí


Esto ya es otra cosa, las carreteras muy buenas, por aquí hasta podemos hacer más de 200 km al día tranquilamente y alcanzar la endiablada velocidad de 80 km/h (yo calculo), como tira!

En Sang Khom, un pequeño pueblo, paramos para hacer noche, en un curioso bungalow, con su correspondiente hamaca (de la que Oscar no se baja), a orillas del río Mekong, vamos, de lujo.
Me levanté muy pronto y vi amanecer en el río, precioso!
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La siguiente etapa muy chula, una carretera secundaria con poco trafico y paralela al río. Llegamos a Loei, una ciudad grande, aquí nuestra misión era conseguir una habitación con TV internacional para que Oscar pueda ver las Motos GP, compramos chuches, un par de cervezas y así pasamos la tarde.

Al día siguiente, etapa tranquila y por buena carretera, con paradita para coger fuerzas en un mercado callejero, un pomelo, panceta troceada con Kaoคiao y torreznos recién hechos, aquí ya lo flipo!

Llegamos a Phit Sanulok, que es una ciudad muy grande, tiene un mercado nocturno de comida, en donde puedes encontrar de todo y hay un ambiente increíble, muy entretenido.

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Después, el trayecto ya no me gusta tanto, hay mucho tráfico y se conduce muy rápido, es lo que tienen las buenas carreteras. Llegamos a Sukhothai, damos un paseo por la ciudad, visitamos un templo y nos quedamos viendo como juegan a una especie de voleibol pero le dan a la pelota con todo menos con las manos, increíble la agilidad de estos asiáticos, es que son igualitos que en los dibujos animados.

Al día siguiente vamos a visitar las ruinas que están a 14 km.

Hace mucho calor, pero con la moto, se hace mas llevadero esto de visitar grandes ruinas tan esparcidas, y así a Oscar no le entra la pájara.

''La era de Sukhothai (1238-1438), que significa "amanecer de la felicidad", supuso el nacimiento del primer reino siamés, donde se forjó la primacía del budismo theravada procedente de la antigua Ceilán frente a otras religiones, al tiempo que surgió la base del alfabeto y el idioma que hoy se emplean. En la actualidad, más de un centenar de templos y monumentos históricos enclavados en un bucólico paraje natural con una rica diversidad de fauna y flora recuerdan el legado de los siglos dorados pasados''

''Por el siglo XIII temprano la energía del Khmer disminuía mientras que el Thais, que había estado emigrando constantemente hacia el sur de China, ganaba fuerza y fijaba pequeños establecimientos autónomos. En el año 1238, los caciques de dos tales grupos tailandeses unieron sus fuerzas y fundaron el primer capital tailandés soberano en Sukhothai. Uno de los caciques, explosión Klang Thao de Phor Khun, era rey procalimed, tomando el título Sri Intradit y estableciendo la primera dinastía tailandesa, Phra Ruang''


''Sukhothai ejerció gradualmente su influencia y durante el tercer reinado, el de rey Ramkamhaeng (1279-99), el reino fue consolidado, político con aumentos territoriales y cultural con la adopción del Buddhism de Theravada. Los acoplamientos fuertes estalished con China vecina, y relaciones comerciales extensas con Camboya y la India. Un florecimiento cultural vino durante el reinado de rey Lithai (1347-68), cuando el arte tailandés distintivo y los estilos arquitectónicos alcanzaron su primeros y algo dice, su expresión más fina''

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De vuelta al hotel, como al lado tenemos un parque salimos a jugar al badminton, en cuanto anochece, el parque se llena de cientos de mujeres de todas las edades, y se ponen como locas a hacer aerobic, como mola! Esto se repite en todos los parques de una gran ciudad.

La siguiente etapa a Nakhon Sawan, pero a 60 km de llegar se rompe el cable del embrague, lo apañamos como podemos, mientras Oscar tira del cable enroscado con la mano yo le doy gas, vamos, un numerito, pero conseguimos llegar a un taller, lo arreglan, pero con una terminación un poco chapuza y Oscar termina ensuciándose las manos, ya sabéis lo perfeccionista que es, pues tratándose de las tripas de la moto ni os cuento. Allí Oscar pregunta a los del taller que por cuanto podría vender la moto, y le dicen que por unos 20 euros, Oscar casi se pone a llorar, en Tailandia las motos son muy baratas.


Salimos a dar un paseo por la ciudad, nos sentamos a tomar una cerveza y Oscar habla y habla (hoy toca repaso al motociclismo) mientras yo escribo el diario, la mujer se queda mirando lo que escribo, vamos, ni que entendiera algo, esto me pasa mucho, son muy cotillas, algunos hasta me quitan el cuaderno y hacen que lo leen, pues vale! Oscar va y les suelta que él es un famoso poeta español y yo su secretaria, para explicarle por que él todo el rato habla y yo escribo, je, je.


La comida es muy rica y variada, pero se pasan con el picante, un día se nos pusieron los morros a lo Esther Cañadas, perdimos el sentido del gusto para el resto del día, menos mal que también hay unos granizados de fruta natural riquísimos, que consiguieron apaciguar el volcán de nuestra boca.

En estos trayectos, ya no disfruto nada de nada, es autovía, muchísimo trafico y a gran velocidad, aburridísimo, así que paso el rato saludando a los camioneros y a las familias que van apelotonadas en la parte trasera de las pick-up, que parece que en la siguiente curva van a salir volando, la verdad es que es muy agradecida la sonrisa asiática.

Llegamos a Ayuthaya y nos hospedamos en una guesthouse familiar con gente muy agradable. Oscar lava la moto y la deja reluciente (le quita 10 años de encima, mejor dicho, 10 kilos entre grasa y barro) para llamar la atención de algún posible comprador. Al atardecer vamos con la moto a dar una vuelta por las ruinas, que lujo, menuda diferencia a cuando estuvimos hace 3 meses con Álvaro, ahora vamos en plan señoritos, sin calor, sin agobio, a nuestra bola, je, je. Al anochecer algunas ruinas están iluminadas y es bonito.

Vamos a cenar a los puestos de comida del mercado nocturno, gran variedad, diferentes pinchitos, pollo frito, verduras rebozadas (que pican a rabiar), panceta, susi, pescado frito, gambas a la brasa, tortillas de mejillones y camarones, diferentes tipos de dulces y un ambientazo increíble.

Al día siguiente direccion Bangkok, si pequeño es el mundo, grande es la patria, echando gasolina coincidimos con una pareja de españoles y resultó que tenía una amiga en común (esto es la segunda vez en este viaje que se nos da). A pesar de estar tan solo a 75 km de Bangkok, la entrada en la gran ciudad fue agotadora, mas de dos horas nos llevaron llegar al centro, jaleo de señales, semáforos, atascos, y por fin conseguimos llegar a la caótica Kao San Road (la calle de los mochileros), damos muchas vueltas, hasta que conseguimos una guesthouse donde poder aparcar la moto, aquí todas las calles esta invadidas por cientos de puestos. Sorprendentemente recuperamos la gran mochila de Oscar, que dejamos abandonada por tres meses, a comer Phat Tai como locos y a descansar.

Unos días atrás Oscar anunció en internet la moto para ver lo que se cocía y según lo hizo ya se estaba arrepintiendo. Inesperadamente había alguien interesado en verla en Bangkok, así que ya que estaba en el mercado, de perdidos al río! Le pusimos un vistoso cartel “FOR SALE” y la dejamos aparcada en plena Kao San Road, para que viera todo el mundo la golosina.

Los siguientes días los dedicamos principalmente a buscar billete de vuelta a España que nos dio más de un quebradero de cabeza.

Un buen día apareció Steven, un americano/japonés que venía de recorrerse durante diez meses la India en moto y estaba interesado en nuestra poderosa ‘Minsk”, sabía lo que quería, pese a nuestras pocas ganas de venderla y un precio elevado, insistió en comprarla. Con mucha pena nos despedimos de “La Rusa” (que tantas alegrías y sufrimientos nos dio) pero con el consuelo de dejar el relevo en buenas manos, (manda huevos! un japonés americano en Vietnam y con una Minsk, para grabarlo!) mejor comprador no lo hubiéramos encontrado. Esa noche necesitamos unas cuantas cervezas para superar la perdida.
Aunque las siguientes semanas la echamos mucho de menos, ahora, a toro pasado, fue un gran acierto deshacernos de la moto en Bangkok, aunque se merecía haber llegado a España, pero no nos animasteis lo suficiente, je, je.

Cambiamos libros (gracias Marta) para hacer más amenos los largos viajes en bus y tren que nos esperaban a partir de ahora. Paseamos por Kao San una y otra vez, yo ya estoy hasta las narices de esta calle, me agobia, pero a Oscar le encanta, se lo pasa pipa contemplando a toda la fauna que se mueve por aquí, la verdad es que es un sitio donde resulta imposible aburrirse, puedes ver lo mejor y lo mas patético del turismo.

Nos dimos cuenta que se nos acababan los días permitidos de estancia en Tailandia así que teníamos que salir del país y la mejor opción era Malasia, que entre otras cosas no hay que pagar visado. Como no nos apetecía llegar de tirón (gran palizón), compramos un billete a Nakhon Si Thamammarat (que esta a mitad de camino), un trayecto de 15 horas con cambio de autobús incluido, un poco duro después de haber estado viajando a nuestra bola durante tanto tiempo, pero no esta mal.


Al día siguiente tomamos un tren a Sungai Koloc, pueblo fronterizo, menudo tren, costo un euro y medio (Álvaro, era igualito que el de Ayuthaya), bancos de madera, al principio íbamos solos, pero poco a poco se fue llenando, al final a tope, como el metro de Madrid en hora punta, los hombres fumando, las puertas abiertas, todo muy auténtico!, por el pasillo pasan continuamente mujeres con grandes cestos vendiendo comida, en las paradas también, grandes carritos de comida van recorriendo todas las ventanillas, en el anden los hombrecillos con la gorra, el silbato y las banderitas roja y verde, ya os digo todo muy autentico!

Según nos vamos acercando a Malasia, van apareciendo más musulmanes, ellos con el gorrito, ellas con el pañuelo y todos con sus largas túnicas impolutas. Increíble como ha cambiado la raza según va avanzando el tren. Ellas son vergonzosas, si las dices algo o las sonríes se ruborizan, ellos me dan un poco de miedo con esa mirada fija.

Después de once tortuosas horas en tren, llegamos a destino, de allí fuimos andando hasta la frontera que esta a un kilómetro. Salimos de Tailandia sin problemas, muy rápido, entrar en Malasia mas rápido todavía. Me sorprendió la pregunta de un guardia, que si hablábamos español latino o español castellano, curioso no?