Vivir en La Prusia no es fácil. Te despiertas con el sol (6 de la mañana, yo un poquito mas tarde a las 7) siendo un aprendiz del hormigón. Las herramientas de La Prusia son una pala (comunitaria), una barra de hierro, 4 maderas y donde se acaba la imaginación surge el "con cojones". Para la mayoría de voluntarios que procedemos de oficina, donde no ejercitamos mas que el dedo índice con el ratón, no lleva unos días aclimatarnos al puro trabajo físico, pero a todos nos gusta y nos entusiasma. Por la tarde te conviertes en un experto ingeniero de la suma y la resta. La Prusia es una gran familia, todo el mundo te conoce. Por eso cuando llevas una semana paseando en bici gozas de una popularidad terrible y te haces con la clientela necesaria para ayudarles en lo que buenamente puedas, es decir, básicamente enseñas a sumar y restar. Y por la noche te conviertes en un aprendiz de borrachuzo. Si decides abandonar el piso patera (11personas mas arañas y alacranes de los que muerden) en busca de un poquito de aire, es decir una cervecita o un roncito, te darás cuenta de que no acabas de aprender, pues no solo te espera la larga e interesante subida a La Prusia, sino que al día siguiente te dará los buenos días tu amigo el hormigón. Por todo esto vivir en La Prusia no es fácil.
Conocimos a Ángel, fundador junto con Judit (su mujer) de la ONG "Asociación Casas de la Esperanza". Ángel muestra ser una muy buena persona, de trato fácil, justa, inteligente, con pasión y ganas de hacer cosas y buena voluntad, es decir, los ingredientes básicos de una ONG. Granada esta poblada por muchos voluntarios, hay ONG´s fuertes que poseen mucho dinero y están cargadas de burocracias y jerarquías, demasiado rígidas, que para mi entender resultan un tanto absurdas en un país que cojea por tantos sitios. Ángel es un tipo flexible que cree en el desarrollo integral de La Prusia, lleno de buenas intenciones y que da cabida a cualquier idea que sugieras si repercute en el buen hacer de La Prusia. Dacil, una voluntaria, nos presentó la ONG como “Aquí hay mucha libertad, rozando el descontrol” (sin animo despectivo), y eso es lo bonito. Está lleno de voluntarios con muchas ilusiones y ganas de hacer cosas, que no encuentran barreras ni impedimentos en la buena intención de sus quehaceres. Que buena gente los voluntarios de La Prusia.
Básicamente hay dos proyectos. Uno trata de que en una finca parcelada se construyan su propia vivienda y de este modo abandonen sus chabolas en terrenos públicos (poca seguridad, futuro). Se les conceden unos microcréditos simbólicos, para facilitarles el terreno y el material necesario para la construcción de su propia casa (básica e igual a una modelo). Es aquí donde tenemos gran trabajo los voluntarios, en ayudarles en la construcción, siembre bajo su presencia.
Que importantes son los voluntarios para alguna de estas gentes.
La Prusia tiene sus cosillas. Han censado (los voluntarios) a algo más de 500 personas repartidas entre dos o tres grandes familias, con sus correspondientes envidias, tejemanejes y pequeñas rencillas. Viven en chabolas en las que un autentico culebrón de familia las comparten con chanchos (marranos) y gallinas, y a las que no les faltan un buen equipo de música y el televisor (aunque a algunos no les tarde mucho tiempo el banco en pasar a recogerlo por impago). La Prusia es alegre, suena bachata (siempre que haya electricidad), se baila y siempre hay una sonrisa. Para algunos el alcohol es un problema, puede estar una persona trabajando una semana para gastarlo en bebida en un día (o los que le lleven), olvidándose de familia, trabajo y compromisos. No has aterrizado en La Prusia y todo el mundo te conoce, paseando no paras de
Quiero poneros en situación de una manera un tanto simpática de cómo es La Prusia, pero siempre pidiendo el máximo respeto por su gente y entendiendo su situación en relación a las anécdotas que voy a contar,…pero así es La Prusia…
Ángel (el fundador de la ONG) es un español que vive en Boston y cada vez que viene a La Prusia lo suele hacer desde allí. Una vez a Oscarito (otro voluntario enorme que había) le preguntó un chaval que de donde era y al contestarle que era de España, el chaval afirmó tajantemente “Ah!, de Boston”.
En La Prusia, quien tiene un bebe se pasa todo el día meciéndolo en la hamaca, sin descansar (en serio). Nuestra primera fosa séptica la hicimos en casa de Mayela, una chiquita que tenía dos gemelitas de dos meses, y siempre las estaba meciendo mientras nosotros estábamos a lo nuestro, a la fosa. Una mañana de los primeros días fui a ver a las gemelas y le pregunté a Mayela que cual eran sus nombres y ella me respondió “No lo sé, espera,... ¡mama!, ¿como se llaman las niñas?”. Es difícil de entender, todo el día dedicado a sus niñas y no sabe sus nombres ¿?¿?¿?.
También decir que cuando estábamos cerrando el techo de nuestra primera fosa séptica, como no podía ser de otro modo, se nos hundió el forjado. No me preguntes como, pero reaccionamos como auténticos profesionales y enseguida teníamos subsanado todo el problema y recuperado todo el material (vale mucho para una familia). No hubiera pasado nada, si no es por que en el rato del desastre se movilizó La Prusia (abandonaron la hamacas) y no quedo nadie sin enterarse de lo ocurrido, muy a nuestro pesar.
Ana, acudía a casa de Ana Rosa a enseñarle a leer y a escribir, como tenía un bebe no podía acudir a las aulas ya que lo tenía que cuidar (hamacar)
Aquí un chaval de 18 años aparentemente bueno en la escuela (con buenas notas), tiene la seguridad absoluta de que sabe dividir por que un día el profesor hizo una división en la pizarra y la apuntó en su cuaderno (nunca más supo de ella), ese es el argumento que esgrima. Por más que mis clases de matemáticas (con chavales de 18 años) he insistido en que las matemáticas tienen un método y no se resuelven al azar, ellos no me creen y deben de pensar que estoy confundido. Si les pregunto "¿4-7?", ellos me contestan que “3”, yo les digo que “no”, y entonces me contestan “ah! sí!, 11” impresionado y asustado les digo que “no¿?” entonces me contestan “ah!, si! -3”, y se les escapa una sonrisa entre los labios, mostrándome cierta seguridad, como queriéndome decir que por mucho que me empeñe ellos saben matemáticas.
Jacle, el chico al que le alquilaba la bicicleta, una noche me preguntó que como había venido desde España, yo le contesté que en avión y él me dijo que se tenía que poder venir en coche. Después de una clase improvisada de geografía, de explicarles que a los dos continentes les separa un gran océano y que la única manera de llegar era en barco (que no rentaba) o en avión, él no quedó muy convencido y me dijo “seguro que en coche se puede llegar”.
Un día Richard, un voluntario ingles, dijo que había visto esa mañana a Arnulfo desayunando guaro (una especie de aguardiente que todavía no ha habido voluntario que se atreva a probarlo). Ese día Arnulfo era feliz. Al día siguiente Arnulfo hacía eses y su ropa mostraba que se había revolcado por toda La Prusia. Al tercer día, Adrian (otro voluntario ingles), cuando se disponía a trabajar a las 7 de la mañana se encontró en su fosa séptica a Arnulfo abrazado a la botella de guaro, al despertarlo le pidió un cigarrillo.
Cuesta irse de La Prusia y más cuando no tienes un billete de avión que te lo imponga. Realmente nos sentimos muy bien con la gente y los voluntarios,… que buena gente!!!!!!!!
Casi no nos hemos ido y ya lo echamos de menos.