Como no podía ser de otro modo la historia de este país es similar a la de sus vecinos, pero no así el desenlace final de los últimos años. Desde 1973 y hasta la Revolución Sandinista (1978-1979), Nicaragua se convirtió en feudo somocista. La dinastía de los Somoza (3 generaciones) gobernó este país de forma dictatorial, con mano de hierro y multitud de arbitrariedades, alimentando de este modo la oposición guerrillera. En 1972 un terremoto destruyó Managua y la ayuda internacional para las 300.000 personas damnificadas fue a parar directamente a los bolsillos de Somoza. Ante este panorama, todo iba de mal en peor, y gracias a unas audaces operaciones Sandinistas que consiguieron desestabilizar el país, tras una brutal represión somocista Nicaragua entró en una guerra civil que terminó en 1979, con la victoria del Frente Sandinista de la Liberación Nacional (FSLN). Somoza tuvo que hacer las maletas y escapar a EEUU, mas tarde fijó su residencia en Paraguay donde un comando sandinista lo liquidó. Durante el gobierno sandinista se inició una masiva campaña de alfabetización, la sanidad era para todos, se redistribuyó la propiedad de la tierra, había cartilla de racionamiento. Pero poco a poco, una serie de acontecimientos y que los intereses de Daniel Ortega (joven revolucionario sandinista) pasaron de lo colectivo a lo particular llevaron al fin de la revolución sandinista. Calló por su propio peso, muy a pesar de Ronald Reagan que decretó el embargo económico y financiaba a la Contra. En la actualidad tras arrastrar los grandes daños causados por el huracán Mitch (todavía), mandatarios corruptos, constantes bajadas del precio el café,… vuelve a gobernar Daniel Ortega, el que en su día fue el joven revolucionario (y gobernó este país), pero otra vez parece que no debe estar haciendo bien las cosas, de ahí el mal estar del pueblo (en su mandato han subido al doble los frijoles, entre otras cosas).
“Menos mal que con las armas no se matan las palabras” (Chinato)
Nicaragua es diferente y se nota claramente. No se si esto lo dará la revolución, será consecuencia de ella, pero hoy por hoy se agradece, lo agradecemos. Nicaragua tiene cultura, tiene tradición, tiene folclore. La gente es alegre y simpática, tiene conversación e inquietudes, es luchadora. Tiene universidades y cree en el futuro y en un buen porvenir. En la calle suena música a todas horas (bachata, merengue, salsa, regeaton) y cualquier excusa es buena para bailar y organizar una fiesta. Nicaragua no es turística (no esta explotada), es virgen y aun es de los nicaragüenses…. Será la revolución?, Será la pobreza?.
Entramos a Nicaragua por las manos, paso fronterizo de la carretera centroamericana y se

notaba por la cantidad de traileres estacionados que había esperando el paso. Hicimos una parada técnica en Ocotal para cambiar dinero en el banco (tuve que abandonar a Ana por un momento en la estación) y continuamos hasta Esteli, cuna de la revolución, en la provincia de Segovias. Nuestra primera toma de contacto con Nicaragua fue grata, disfrutamos de largas conversaciones con los lugareños y en contra descubrimos la pobreza, nos encontramos con mucha gente pidiendo en la calle.
Tras un viaje infernal en ruteado por una carretera Intratable llegamos a León. Que recuerdos León, que recuerdos el ruteado. El ruteado es un autobús colectivo de infinitas paradas que va cantando un destino y en el que cuando crees que ya no puede entrar mas gente, entra mas gente. Antes de que parta de la Terminal y con el autobús lleno entra todo tipo e gente, curanderos, predicadores, exdrogadictos (estos sacan mucho dinero), vendedores de todo tipo de


cosas, comidas y refrescos. Cada ruteado es una aventura, nunca sabes lo que te vas a encontrar. León es una ciudad colonial preciosa, con mucha vidilla y buen ambiente. Que gran acierto tuvimos con el alojamiento (aunque nos costó), estaba céntrico, barato, muy buena gente y con piscina, Internet y billar gratis. La verdad es que estábamos de maravilla de ahí que nos costara tanto irnos. Estando allí fuimos a las ruinas de León Viejo, destruido por un terremoto, y a las 

Peñitas, una playa del Pacifico donde los atardeceres eran impresionantes. Fuimos al cementerio a comer buñuelos el día de Los Santos, vaya fiesta que tenían allí montada, familias enteras (hasta con el perro) dispuestas a pasar un día de picnic con todo lo imprescindible (ya sabéis, kit playero, sombrillas, sillas, nevera y el casete). Visitamos la casa de Rubén Darío (natural de León) y varios museos, de mencionar el de la revolución, una especie de “hogar del jubilado sandinista” donde nos echamos buenas charlas con excombatientes que aprovechaban la mínima 

oportunidad para enseñarte las heridas de guerra (todo lisiados). Ana descubrió el caldo de res, una especie de cocido, y las costillas de cerdo, y yo los nachos con frijoles (picantes), cuando aparecíamos por los puestos las mujeres ya sabían lo que queríamos. La verdad es que nos costo irnos, nos encontrábamos muy a gusto, teníamos nuestras rutinas y siempre había algo que hacer.



Quince días después un mejor viaje nos llevo hasta Granada, ciudad colonial a orillas del Lago Nicaragua (un mar dulce como pensaron los descubridores). Si León nos volvió locos, Granada más de lo mismo. Los primeros 15 días nos 
hospedamos en el centro debido a que la casa de

voluntarios tenia overbooking, eso no quito de que todas las mañanas subiéramos a La Prusia a cumplir con nuestros quehaceres. En Granada a parte de la ONG, mención a parte, nos sentíamos como en casa, conocíamos a gente, a lugareños y siempre se organizaba algo. Ana con algunos voluntarios

fue a clases de baile, se organizó un


autobús para ir al concierto de Mana (Dios en estas tierras) a Managua, íbamos de pesca con aparejos caseros a la Laguna de Apoyo (Ana era la que mas pescaba, yo el que mas nudos deshacía), nuestro gran rinconcito, salíamos de fiestas nicas (nicaragüenses),… Comimos piperon (calabacín), mondonga (morcilla), chicharrón (torreznos) y los mejores perritos calientes, por lo

menos los servidos

con más

alegría. Nos movíamos en bici e incluso chineabamos (llevábamos en bici a otro). Una ciudad colonial muy bonita en la que sonaba música a todas horas desde cualquier rincón de una casa.

Un fin de semana nos fuimos de escapada al volcán Masaya (en actividad) e hicimos noche en Masaya, que posee 2 grandes mercados, uno de artesanía, y poco más.
Nos costo mas de un mes dejar Granada y dejar La Prusia, siempre teníamos una excusa, pero aprovechando que se acercaban las fechas navideñas, pusimos rumbo
a la isla Ometepe (la 
mayor isla de agua dulce del mundo). Cogimos un ruteado hasta San Jorge, allí un barco hasta la isla y luego otro ruteado hasta Mérida, donde nos hospedamos. La isla es la tranquilidad absoluta, una naturaleza y unos paisajes (2 volcanes) preciosos y miraras por donde miraras un 

horizonte de agua (pena que no fuera cristalina). Aprovechamos la estancia para disfrutar de los paisajes, pasear, descansar y ponernos al día de algunas cosillas… que tranquilidad.

Uno no puede decir que lo ha probado todo si no ha viajado en el barco que cruza el Lago Nicaragua. El barco del infierno. 12 horas nocturnas nos llevaron hasta San Carlos, en la orilla opuesta, 12 horas sentados en un banco corrido donde no cabía un alfiler, en el que a los pies iban niños tirados durmiendo, 12 horas pisándolos, gente de pie, gente por todos los lados. 12 horas viajando con una postura incomoda e inamovible que fueron amenizadas por 3 películas seguidas de una especie de Manolo Escobar mejicano “Vicente Fernández”, todo un crack.
Llegamos a San Carlos a las 6:00 de la mañana (que se hace a esas horas después de un día sin dormir?, aun no entiendo el horario del ferry), vimos como llegaban los pescadores y como se realizaba la venta y nos fuimos al hotel a las 8:00 de la mañana a dormir un rato.

De San Carlos nos dirigimos a la frontera con Costa Rica por los Chiles. El trayecto lo hicimos en lancha por el río Frío, un afluente del rió San Juan (un pequeño amazonas centroamericano) y mereció mucho la pena.
Un voluntario después de mandar a la mierda su trabajo y retrasar el billete de avión hasta las navidades, cuando llego la fecha final con lagrimas en los ojos decía “adoro este país”. Eso es Nicaragua. Buena gente, buena conversación, siempre hay algo que hacer, se come bien, suena música, siempre hay una sonrisa, chicas guapas,…se deja querer. En su contra decir que se ve pobreza, alcoholismo y descontento general con la política actual, pese a los ilusionistas revolucionarios que creen en el responder del pueblo.

Un abrazo desde Panama City.