miércoles, 4 de junio de 2008

19.- ¿Quien me devuelve mi día?

De una manera misteriosa me han robado un día de mi vida. Si reíros, pero la cosa es seria. Salimos de Buenos Aires el día 6 de Junio ya entrada la noche y tras un viaje de 13 horas en avión llegamos a Auckland el día 8 de Junio en la madrugada. Es difícil de encajar que en 13 horas físicas de avión transcurran 2 días en la tierra?¿?¿? Los mas sabios le dan una explicación financiera al asunto, es como si me hubieran concedido (sin yo solicitarlo) una especie de microcrédito de un día con carácter retroactivo. Es decir, poco a poco he ido disfrutando unas horas de ese día (sin yo enterarme), ahora me lo han cobrado de golpe y en los siguientes días ajustaran las cuentas y lo mas seguro que me devuelvan unas horas, eso si, dicen que todo eso sin cobrar intereses, seguro que es para calmar mis ánimos. Los mas glotones le dan una explicación gastronomita, directamente dicen que me lo he comido. A ver que me digan en que plato típico estaba incluido, papas a la huancayna? Locro?, que lleva de todo. Otros tipo “Antoñita la fantástica”, hablan de un fenómeno paranormal y que hemos atravesado una especie de agujero negro.

Yo no se que creer, no entiendo nada, lo único que se es que cada vez que piso un aeropuerto en mi vida se me complica la existencia.

Sea como sea, quiero mi día! Al diario personal de mi vida le falta un día, a quien se lo reclamo? Quiero que me lo devuelvan ya!!!!!

lunes, 2 de junio de 2008

18.- Bolivia, entre bombines, curanderos y limpiabotas.

Nuestra primera parada en Bolivia la hicimos en Copacabana, tras hacer los tramites fronterizos y conseguir sellar el pasaporte por 30 días que mas tarde tendríamos que ampliar. Copacabana es un pueblo a orillas del lago Titicaca, del que posee bonitas vistas e interesantes alrededores. Llegamos un día festivo y los lugareños tenían una buena fiesta montada a orillas del lago. Las señoras, con su indumentaria típica indígena, se agrupaban en corros y sentadas compartían la litrona de cerveza, un puro botellón. Nos quedamos un par de días de turisteo por allí antes de partir a Isla del Sol, visitamos ruinas (pre-incas), la catedral, islas de totora (caña),…







Según cuenta la leyenda en la Isla del Sol nació la cultura Inca y por ello sus abundantes, pero discretas ruinas. Para empezar nos esperaba un ascenso al pueblo por infinitas escaleras incas, que con las mochilas al hombro y la elevada altitud casi nos cuesta la vida. Junto a este desfonde y la agotadora búsqueda de alojamiento, sorteando a los lugareños (niños) a la caza del turista para el hospedaje, nos quedaron las fuerzas justitas para ir a ver atardecer a lo alto de una colina junto a unas ruinas. Al día siguiente, ya repuestos y después de amanecer lloviendo, nos equipamos y nos dispusimos a hacer el típico treking de 2 horas que da la vuelta a la isla y pasa por las ruinas. Al cuarto de hora de empezar ya nos habíamos salido (perdido) del camino y andábamos campo a través como las cabras, con la mala suerte que cuando conseguimos dar con el camino coincidió con un peaje de entrada a la parte norte de la isla, y para terminar, lo que anunciaban como 2 horas nos llevo todo el día a buen ritmo, parando lo justito para tomar una cerveza. Pero disfrutamos de un agradable paseo, de unas vistas preciosas del lago a ambos lados de la isla, bonitos pueblos y rincones, y eso si, de unas discretas ruinas, algunas tanto que nos las pasamos sin darnos cuenta.





Mencionar que aquí coincidimos con una chica catalana que habíamos visto en Año Nuevo en Bocas de Toro (Panamá). Pequeño el mundo de los “mochileros”, 4 meses después, rutas distintas (ella venia desde Venezuela y Brasil) y coincidimos a miles de kilómetros. Esto en otro contesto seria una casualidad increíble, pero algo no tan raro en este tipo de viajes.





Curioso fue que al comprar el boleto de vuelta en barco a Copacabana nos costo el doble que el de ida, que listos !!!! Allí un autobús nos llevaría directos a La Paz. La primera impresión que tuve de La Paz es de una ciudad poco interesante, pero poco a poco nos fue cautivando hasta el punto que prolongamos y prolongamos nuestra estancia en ella. La ciudad de La Paz es como un gran supermercado en el que puedes comprar de todo, el cual en vez de estar organizado en pasillos lo esta en calles. Absolutamente todo lo puedes comprar en la calle. Aquí todo el mundo trabaja, hasta las señoras mayores que mendigan, lo hacen con fuerte horario y desempeño. Todo el mundo vende algo, las mujeres indígenas (todas) con sus 2 largas trenzas y su indumentaria típica de múltiples faldas, sentadas en la acera a la par que venden cualquier cosa, tejen ropa y atienden a un bebe que llevan acoplado en sus espaldas. Algunas indumentarias son específicas dependiendo del trabajo que desempeñen. Si te cruzas con un limpiabotas en cualquier otra ciudad que no fuera La Paz saldrías corriendo pues sus pintas meten miedo, ropa militar, gorra con pasamontañas puesto que oculta la identidad y los hace, a simple vista, a todos iguales (parece que no van a hacer nada bueno). Los peluqueros tienen su calle, si quieres comer buen pan es mejor que lo compres en la esquina de la plaza San Francisco, donde se juntan media docena de vendedoras. Los zumos, los curanderos, la ropa, el suvenir, la comida para el desayuno, ... también tiene sus zonas.



Intentar cruzar una calle en La Paz es un problema. Que el trafico en estos países es caótico es sabido, pero lo de La Paz llega a ser incomprensible. En las zonas mas concurridas los coches colapsan algunas calles hasta el punto que no entra ni un alfiler entre ellos, cuando por fin encuentras uno que ha dejado algo mas de una cuarta y te diriges hacia él para intentar cruzar la calle, rápidamente cierra el espacio, sin importarle si hay gente en medio (esta parte aun no la he entendido, no se que pretenden los conductores). En La Paz HAY PAPELERAS y los cacahuetes los tuestan muy bien. En La Paz teníamos nuestras rutinas y siempre había algo que hacer. Un remendón (tipo mi madre) me apaño las botas, mochila, bolsas, pantalones, siempre encontraba algo para él. Todas las tardes echábamos unas partiditas a las maquinitas SEGA de Rallies por 5 céntimos de euro cada una. Encontramos chorizo del bueno y pan crujiente de leña, ya éramos felices. Nos equipamos con un poco de ropa de invierno para lo que nos esperaba. Frecuentábamos un exquisito menú de 3 platos mas postre por escasos 2 euros en una elegante cafetería-anticuario. Y éramos puntuales a las agradables tertulias de mochileros en el hostel al acabar el día.



Tomamos La Paz como campamento base e hicimos varias salidas de varios días. Tras un viaje en autobús infernal de 21 horas (421 Km) por caminos de tierra tremendamente bacheados, donde si inclinabas el supuesto asiento semicama tu cabeza botaba mas que una pelota de baloncesto, llegamos a Rurrenabaque. He hecho hincapié en lo tortuoso del viaje para despejar todo tipo de dudas sobre si nos ha tocado la lotería o hemos robado un banco, pues todo el mundo hace este viaje en avión, pero claro, esos 30 minutos a nosotros nos salen muy caros. Rurrenabaque es un pueblo en plena cuenca del Amazonas que se toma como punto de partida para explorar sus alrededores. Agradecimos volver al calor y dejar la fatigosa elevada altitud de La Paz, se notaba la alegría que da el buen clima y los espacios abiertos. Allí disfrutamos de

buenas rutas, comíamos bien (que rico el pescado), se escuchaba música y se bebía cerveza. Después de alquilar una moto por 2 euros la hora, explorar los alrededores y ver que la cosa no da para mucho mas por nuestra cuenta, decidimos apuntarnos a las excursiones típicas. Fuimos un par de días a la selva del Parque Nacional Madidi, famoso por su biodiversidad (que palabra tan bonita, de moda, que amplia, que será? ah, si lo es todo!). Disfrutamos de unos intensos paseos hasta prolongada la noche, pero como preveíamos, rápidamente nos dimos cuenta que solo quedaría en eso, en interesante paseo, pues íbamos como un elefante por una cacharrería y así era imposible ver al

ansiado jaguar, aunque algo vimos. La siguiente excursión fue de 3 días por un río en plena pampa. Tras un viaje en bote insufrible debido a un aguacero terrible, que más tarde agradeceríamos pues bajó las temperaturas y acabó con los mosquitos, llegamos al campamento sobre el río. La pampa fue otra historia, la naturaleza y la fauna en torno al río lo desbordaba todo, nunca pensé poder estar en medio de tanto animal lejos de la cautividad, delfines, cocodrilos, anacondas, tortugas, monos, capibaras, águilas, guacamayos, garzas, pirañas,... que gozada!!! También disfrutamos de la compañía de unos divertidos y traviesos anglosajones. Por si aun dudáis de nuestra economía otras 21 horas (solitos, pues todo el mundo iba en avión) de tortura nos retornaron a La Paz.








Ana poco a poco le ha cogido gustillo a todo esto, hasta el punto que me parece que la voy a tener que empezar a frenar, pues ya no se conforma con cualquier cosa, esta vez se había empeñado en subir a el Huayna Potosí, 6.088 m.s.n.m. Después de unos días en La Paz, los justos para que me

convenciera y nos aclimatáramos de nuevo a la altitud, nos enfrentamos al desafío físico mas fuerte que indudablemente he tenido, el Huayna Potosí. Que el mal de altura es un hecho en ciudades como Cuzco o La Paz no tiene nada que ver con lo que experimentaríamos en esta nueva aventura. Una vez contratada la excursión con el guía, probado todo el equipo (traje, botas, crespones, piolet,...) y comprados los víveres nos dirigimos al campamento base a 4.700 m.s.n.m., a parir de aquí comenzamos a conocer una nueva dimensión del sufrimiento (Jenaro esto te encantaría). Tomamos este primer día para aclimatarnos y hacer las practicas con todo el equipo en un glaciar cercano. A estas alturas, si no estas acostumbrado, cualquier ejercicio es altamente fatigoso, las tripas dicen hasta aquí, según ingieres algo lo echas, la cabeza estalla (nosotros en este aspecto íbamos dopados) y dormir es extrañamente imposible. Y efectivamente a las 7 de la mañana del día siguiente sin haber dormido absolutamente nada (todos) nos cargamos el pesado equipo a las espaldas y subimos al 2º campamento a 5.130 m.s.n.m. Yo, en silencio, sin decírselo a Ana, debí pensar muy seriamente abandonar como unas 10 veces, para mi era excesivamente fatigosa y cansada la subida, iba muy cargado y no veía la manera de llegar, pero dignamente lo sufrí en silencio pues esto era la antesala de lo que nos esperaba (no tendré un físico de atleta, pero no puede decir nadie que me rinda fácilmente). En el 2º campamento descansamos un poco, comimos, aunque de poco le sirvió a Ana pues lo devolvía todo, y a prepararnos mentalmente pues a las 12:00 de la noche Ana y yo empezamos los primeros (éramos los mas lentos) el ascenso a la cumbre para llegar al amanecer (por seguridad) y poder retornar en el mismo dia hasta el primer campamento. Ni que decir que por segundo día consecutivo partimos sin dormir absolutamente nada y con escasa alimentación por nuestro rechazo (Ana nula) hacia la cumbre del Huayna Potosí, ya con equipo y crespones puestos. A partir de aquí creo conocer lo que es un deporte mental de fondo y resistencia limite. Muy lentamente y con muy buen guía, indudablemente el mejor, empezamos la subida. A las pocas horas ya nos habían pasado todos los grupillos que habían salido mas tarde, pero nosotros lentamente y motivando a Ana, que este día estaba muy floja, completamente dormida, seguíamos avanzando. Ana dice que se pegó una cabezada andando y que soñó
que iba de capuchón en una procesión de Semana Santa de Segovia, con el paso lento, agarrada a la cuerda (nuestra seguridad) e incluso llego a oír los tambores cuando despertó. 5 horas después nos toco cruzar una grieta que a duras penas paso por mi vértigo y a la que continuaba una pala del 65% de inclinación que nos fatiga totalmente. A estas Alturas a Ana se le ha pasado el sueño pero su espada empieza a quejarse, yo creo que sentí el dolor previo a lo que es una congelación de un pie y no las gilipolleces que sentía esquiando. Inesperada pero lógicamente en un falso llano viendo que aun nos quedaba otra pala enorme hasta la cima decidimos abandonar pues la espalda de Ana no da para mas, somos unos campeones!!! Vemos amanecer a 5.800 m.s.n.m. indudablemente uno de los mejores que hemos tenido. En el descenso hasta el campamento de 4.700 m.s.n.m., largo, duro y fatigoso agradecimos mucho no haber insistido en llegar hasta la cima, pues nos habría dejado sin fuerzas para la insufrible vuelta, pero eso si, alegre y feliz, disfrutando de las vistas y haciendo fotos, ya nos daba todo igual.





Ya repuestos en La Paz a Ana se le vuelve a encender la bombillita y se empeña en descender en mountainbike la “Death Road”. Yo fácilmente convencible, pues no me gusta negarle nada a la niña de mis ojos, lógicamente accedo y allí nos plantamos, a 4.700 m.s.n.m. con 6 horas por delante para descender hasta una cota de 1.200 m.s.n.m., por una carretera con mucha leyenda que descubrimos que realmente hacia honor al nombre. Esta vez, al contrario de otras muchas ocasiones, encabezábamos un gran grupo, hasta llegue a coronar uno de los repechos (muy duros a esa altitud). La carretera esta prácticamente cortada al trafico en la actualidad pues han hecho un trazado nuevo, es altamente peligrosa y bonita. Esta completamente minada de cruces de personas fallecidas despeñadas cuando se transitaba y en los precipicios se puede observar entre la maleza los restos de camiones y coches. En la actualidad se utiliza fundamentalmente para el turismo, para descensos en bicicleta, y dicen que desde el año 2001 llevan contabilizados 16 turistas y 3 guias muertos (hay versiones mucho mas trágicas). Cualquier intención de descargar adrenalina es para pensárselo 2 veces, pues al límite cualquier despiste te puede mandar directamente al otro barrio. Todo esto a parte, y con la suficiente cabeza para seguir contándolo, disfrutamos de un descenso impresionante.





Como suele ocurrir cuando nos encontramos en un sitio a gusto y lejano de casa nos tocó despedirnos con pena de La Paz y poner rumbo a Sucre. Dos días en Sucre, hospedados en un hotel lujoso (para nosotros) y económico, nos dejaron una sensación agradable, de un pueblo tranquilo, con cierto carácter universitario y una bonita arquitectura peculiar de casas blancas. Nos dedicamos a patear los rincones de la ciudad, visitar jardines, monumentos y el cementerio, que deja constancia de que tuvo que ser un pueblo importante por la majestuosidad de algunos de sus panteones.





Pusimos rumbo a Potosí, con intención de visitar una de las minas del Cerro Rico. Este cerro ya se explotaba antes de que llegaran los españoles por aquí, en tiempos de la colonia no paró de extraerse plata para la corona y en la actualidad se sigue explotando a un alto rendimiento. Ojo al "dato impreciso", dicen que si se juntara toda la plata que se ha extraído de aquí se podría construir con ella un puente que uniera Bolivia con España, de no me acuerdo que dimensiones. Una mañana para allá fuimos Ana y yo junto con 2 francesas, Eduardo el guía y su hijo pequeño el “abogado” (que es lo que quiere ser de mayor, no me extraña pues Potosí esta minado de ellos). Allí mascamos coca, hablamos con los mineros que la explotan en régimen de cooperativa,

trasteamos por los túneles, vimos trabajar en plena acción a los mineros, autenticas bestias, y en ese momento me di cuenta de lo bien que estaba yo en la Siemens. En Potosí vimos un museo de la moneda que nos gusto muchísimo porque estaba cargado de historia y allí prácticamente se había acuñado todo el dinero de la corona española que en un determinado momento mandaba en todo el mundo, los Reales. Allí hicimos nuevos amigos, Paula y Manolo que llevaban enredando 5 meses por aquí, con los que compartimos cervezas, tertulias y los próximos días.




Nos dirigimos hasta Uyuni para visitar el salar y todo su entorno en un tour de 3 días en 4x4 (pues de otro modo es imposible) junto con Paula, Manolo, y Sharon y Aryjan, una pareja holandesa muy simpáticos (que agradable es siempre la compañía de un holandés). El tour del Salar de Uyuni, que le da nombre a todo, concentra en un área relativamente pequeña, que se puede recorrer guiado entre 1 y 4 días (mucho coche), una diversidad de paisajes distintos y exclusivos verdaderamente impresionantes. Para empezar visitamos un curioso cementerio de trenes antes de adentrarnos en el inmenso salar (se hace difícil pensar que todo lo que te rodea es un enorme desierto de sal), visitamos la Isla del Pez, una montaña de cactus en medio del salar, y esperamos a su atardecer, lo mejor de todo, donde no puedes perder de observar ni un minuto, pues el colorido y el paisaje muta continuamente. Los dias siguientes continuamos con zonas volcánicas, lagunas de potasio y azufre, la laguna Hedionda, cruzamos desiertos, la laguna colorada, geyser, termales, el desierto de Salvador Dalí, la laguna verde, el valle de piedra,… vimos zorros, vicuñas, flamencos,.. Muchos kilómetros, pero muchas cosas bonitos que se amenizaban con la grata compañía que teníamos.

Contentos ponemos rumbo dirección Argentina, pasando por Atocha, un curioso pueblo minero en medio de un paisaje al mas puro estilo del salvaje oeste, y parando ha hacer noche en Tupiza, un pueblo agradable con preciosos alrededores. Y ya otro bus nos llevaría a Villazón, frontera con Argentina, pero eso ya es otra historia que reservo para Ana.





Decir que la variedad de opciones que ofrece Bolivia es impresionante, zonas exclusivas y paisajes extremos, del calor al frío, de la montaña al desierto, glaciares-selva, altiplano-pampas,… Pena que como decía Tom, un belga muy simpático, todo en Bolivia hay que hacerlo guiado, barato pero guiado. Se come bien a precios populares, la gente es agradable y es un destino mochilero por excelencia.


Como siempre nos gusta estar en el ajo, nuestra estancia allí coincidió con el polémico referéndum para la independencia de Santa Cruz. Bolivia tuvo (salida al) mar, el norte de Chile, gran extensión de la cuenca del Amazonas, la región de Mato Grosso en Brasil, y ahora que pasará con Santa Cruz? Ironias de la vida en Santa Cruz se encuentra el petróleo de Bolivia y la poca memoria y la volátil solidaridad hace olvidar que todas estas petroquímicas se montaron con el dinero que salió de Potosi, de donde ahora no quieren saber nada y se quieren independizar.